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Migajas de fiesta.

Siempre me apegue a la idea de la "indicada". Talvez un nombre usado en vano si me pongo a pensar en mis actos indecorosos o pensamientos inmorales. Detrás de cada chica que veía a pasar por la plaza, siempre tejía la fantasiosa idea de congeniar con una de ellas y llegar a algo bonito, una inclinación alimentada por las numerosas películas de amor que disfruto ver cada domingo por la noche. Qué puedo decir, tengo una debilidad por las películas. Después de visualizar en los colegios que irían nuestros hijos y la carga hipotecaria, me retiro y me voy a dar una función a mi cuerpo, caminar y caminar sin parar, me sumergo en canciones pop-rock. Aunque voces se entrometian: Hey tarado, por qué no le hablaste, maldito Marica, déjate de cobardia y háblale. La cual intento esquivar con los sonidos inmensos de los auriculares.  Siempre sostuve la creencia de que todo mejora con música; cada lugar desfavorecido revela una perspectiva admirable, y con la música, todo se tiñe de color

"Soledad"

En el corazón sombrío de la ciudad, me encontré atrapado en el vórtice de dos días que parecían años. Soledad, un nombre irónico para una chica que dejó un vacío más grande que el universo en mi alma. Me hundo en la oscuridad de estos callejones, donde la sombra de Soledad es mi única compañera. Días de desolación, donde la música y pensamientos se mezclan con las lágrimas en mi almohada. Mi cama, un campo de batalla donde los recuerdos luchan contra el sueño que se escapa entre mis dedos. Una guitarra maltrecha en un escaparate polvoriento se convirtió en mi tabla de salvación efímera. Sus cuerdas, desgastadas como mis esperanzas, murmuraban la triste melodía de mi desesperación. Ironías de la vida, ¿verdad? Luchando contra la soledad con acordes rotos. Caminé por las calles desiertas, murmurando al viento mis penas, buscando respuestas en el eco de mi propia voz. Las luces de neón destilaban una melancolía irreal sobre mi rostro demacrado. En la penumbra de mi habitación, con una bot

Mientras Dios descanzaba.

 No entendía nada. Me agradaba. Bueno admiraba su belleza, no quiero lucir condicionado por su apariencia. Pero su color piel, blanca como la perla, como una luz brillante que hacia encender mis ojos.  Mi cabeza daba vueltas en un extasis de sentimientos confusos, que ni lograba a concebir. Por que para poder conocer a otros para luego principiar una relacion, se necesita conocerse así mismo, pero si ni siquiera me  entendía. Con que libertad me di el lujo de enviar tales palabras, la cual yo consideraba naderías. Ya excedía mas de las 9, Dante, invitado subliminalmente. Se encontraba en un cumpleaños de un amigo, Rodrigo, no permaneció bastante tiempo en aquel evento. Por diversas razones, se sentía extenuado, incomodado por las miradas clandestinas por las demás invitadas, las cuales lo miraban como un chico extraño, como una espina en un pescado.  Se retiró, sin antes concluir entonando " Happy Bhirtday", como era costumbre en Perú, se cantaba la primera mitad de la canci

El LECTOR Y LA BANDIDA

 El LECTOR Y LA BANDIDA   El lector es un amante fiel de los libros. La bandida es apodada así por las amigas del lector por su conducta avispada. Al lector no le importo. Le atrajo sus ojos almendrados, su cabello color miel y su sonrisa tímida. Nunca se conocieron en persona, nunca se hablaron, solo miradas furtivas llenas de complicidad. La bandida siempre iba en su grupo de amigas. En ocasiones, incluso se unían a ella unas venezolanas igual de atractivas, formando un conjunto deslumbrante. Aunque el lector se sentía intimidado por su belleza, su corazón se aferraba a la esperanza de poder acercarse a la bandida y expresar sus sentimientos más profundos.  E l lector, inmune a las advertencias de sus compañeras, persistía en su enajenación por aquella bandida que, según se rumoreaba, le había usurpado su interés. El lector era objeto de críticas por la diferencia de edad con la bandida, quien resultaba ser más joven de lo esperado en comparación con las parejas de sus amigos. La ban

La soledad de un sueño efímero

La soledad de un sueño efímero En una tarde soleada, mientras paseaba por el parque, el joven Nick notó cómo una chica lo seguía. Al principio, él pensó que era una coincidencia, pero luego notó cómo ella cambiaba su dirección cada vez que él lo hacía. Nick no sabía si debía sentirse halagado o incómodo con la situación, pero no podía negar que la chica despertaba en él un cierto interés. Nick trató de ignorarla y continuar su camino, pero cada vez que se daba la vuelta, allí estaba ella, siguiéndolo a una distancia prudencial. Con el tiempo, Nick empezó a sentirse atraído por ella y decidió seguirla también. Al final del día, la chica se alejó sin decir nada. Más tarde esa semana, el amigo de Nick, Tom, lo invitó a una fiesta en la casa de una chica que acababa de conocer. Cuando Nick llegó, se sorprendió al ver que la chica acosadora del parque era la anfitriona de la fiesta. Pero Nick no estaba interesado en ella en ese momento. En cambio, se fijó en la prima de